Se llaman Sveltana, Anastasia, Lena… Estas refugiadas ucranianas siguen los cursos de alfabetización de la asociación benéfica Sète con el principal objetivo de encontrar trabajo.

Yannick se unió al equipo de voluntarios de Secours Populaire a cargo de la alfabetización hace dos semanas. Ella vino como observadora y ese día cuatro mujeres ucranianas que deseaban aprender francés llegaron a la antena del muelle del Rin y el Danubio. La neo-Sétoise, que ya ha supervisado talleres de alfabetización femenina en otra región, se ocupa desde entonces de este grupo dos veces por semana. Ese día eran seis, de 25 a 66 años, y nada más llegar sacaron cuadernos, bolígrafos y rotuladores fluorescentes.

Refugiados en Sète con familias de acogida o con amigos, llegaron aquí en orden disperso gracias a diferentes redes expulsadas por la guerra que asola su país sin necesariamente conocerse. Algunas iban acompañadas de su hijo y, para Svetlana, de su madre Valentina, pero todas tienen familia, a veces un marido que se quedó en el país.

Los puentes, los barcos, las medias lunas

Aquí están seguros, descubren las singularidades de la ciudad, las especialidades culinarias, los paseos. Lesia, que llegó en tren hace diez días, quedó sorprendida por la cantidad de barcos y puentes. «¡Magnífico!», dice esta madre de un niño de 12 años que fue secretario en Ucrania. Valentina no estaba acostumbrada a guardar sus zapatos en casa. Svetlana, su hija alta y atlética, menciona que las tiendas están cerradas los domingos, mientras que Lena, una profesora de yoga, encontró «agradable a los franceses». «Qué te gusta ?» les pregunta Yannick. Respuesta casi unánime: «¡Los croissants!»

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Aparte de Anastasia, que hizo tres años de francés en la escuela, todos son grandes principiantes pero, a lo largo de las lecciones, han progresado y empiezan a relajarse. «Tuvimos una reunión el lunes, dice Yannick. Decidimos que permanecerán juntos. Será más tranquilizador para ellos». El anfitrión no aborda la situación en Ucrania y no se hacen preguntas personales. Tampoco estamos hablando de religión y política. Sin embargo, aprenderemos que todos ellos tienen como objetivo principal encontrar un trabajo.

Cuando el diálogo se atasca, usamos el inglés, el idioma común. Yannick les pide que se presenten con oraciones muy sencillas y les enseña la conjugación de auxiliares. La risa estalla. El taller termina con una secuencia de gimnasia dirigida por Svetlana quien, en Ucrania, dio clases de kárate. La próxima vez, Yannick les enseñará cómo programar una cita con el médico y luego los llevará de compras al mercado.

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Marta Kleber