Elena, Yanina y su hija Darina huyeron de Kharkiv bajo una lluvia de bombas. Por casualidad en un viaje agotador e incierto, aterrizaron con una pareja de Sète.

«Cuando escuché el cohete dispararse desde mi cama, pensé que eran fuegos artificiales.«, dice Elena. Fueron necesarios los bombardeos para acercarse a su barrio en Kharkov a medida que pasaban los días, para darse cuenta de que su vida estaba amenazada con urgencia.

Evite los fragmentos de vidrio

La joven pasó entonces varios días entre sótanos y refugios improvisados, observando, en su teléfono inteligente, los buenos consejos para sobrevivir, «Párese en un pasillo, por ejemplo, para evitar las ventanas rotas«. Yanina también vivía en Kharkiv. Junto con su hija, Darina, sobrevivieron al mismo vagabundeo.

Los dos Kharkivians apenas se conocían, pero sus maridos son amigos cercanos. Juntas en una emergencia, las familias toman una decisión tan desgarradora como inevitable: las mujeres y los niños abandonarán Ucrania. Siguiendo una ruta bastante tortuosa para sortear las carreteras donde los tanques disparan al verlos, sus maridos las conducen hasta la frontera polaca y luego dan la vuelta. Los hombres tienen prohibido salir del país.

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Foto de recuerdo del campamento.

Elena, Yanina y la pequeña Darina no tienen ningún destino en mente. A fuerza de navegar a vista, aterrizan en un centro de refugiados en Varsovia, del que Yanina guarda curiosas fotos de recuerdo en su smartphone. Su hija posa allí en un inmenso hangar, en medio de un océano de catres.

En busca de una solución duradera, las jóvenes recorren las redes sociales y se topan con una publicación de Instagram que anuncia que las familias están listas para recibir a los ucranianos. En algún lugar de un pueblo del sur de Francia, llamado Sète. La publicación proviene de una tal Svetlana, cuyos primos viven en la Isla Singular. En las páginas del Midi Libre, unas semanas antes, este último había lanzado un llamamiento a los setois dispuestos a acoger a los refugiados de Ucrania.

Tras unos días de vacilación, los tres se embarcan en un vuelo humanitario que conecta Lublin, una ciudad del este de Polonia, con Niza. En el aeropuerto de la Costa Azul, sus anfitriones les esperan con un cartel: han venido de Sète a recogerlos.

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Cuarto alto

Dirección el barrio alto, en Elisabeth y Roland. A esta pareja le pareció obvio, desde el inicio del conflicto, ofrecer dos de las habitaciones de su casa. A través de Svetlana, sus primas de Sète e Instagram, su propuesta llegó a los jóvenes refugiados.

En su nueva habitación, los juguetes esperaban a Darina. La pequeña, desde la altura de sus cinco años, entendió que no encontrará a su familia. Están perdidos bajo los escombros.

Marta Kleber